domingo, 29 de abril de 2007

Sobre Revoluciones y Trenes que se van...

Viendo en las noticias la última aventura de Stephen Hawking —ese físico británico que por culpa de una esclerosis lateral amiotrófica lleva cuarenta años enclavado en una silla de ruedas—, en la que ha conseguido experimentar la gravedad cero, me he planteado muchas cosas sobre la capacidad de superación, el ansia de descubrir mundos nuevos y toda esa parafernalia que se plantea uno en determinadas ocasiones; pero esta vez lo he hecho desde un punto de vista más cercano. Aplicado a la juventud acomodada de hoy en día, que nos hemos encontrado un mundo ya casi arreglado y sin muchas de las taras y dificultades que antaño complicaban la vida de nuestros antepasados. Porque me doy cuenta en muchas ocasiones de la cantidad de oportunidades que se desaprovechan simplemente —o no tan simplemente— por tener una visión mediocre y conformista de la sociedad y de la propia vida.

Porque hemos creado una sociedad de mentira, irreal y falsa, donde un chaval de diecisiete años tiene que tomar un camino en la encrucijada de su vida. Uno de los caminos es lo que ve a su alrededor: chicos jóvenes, guapos, que ganan lo suficiente para ahorrar y comprarse un coche y tunearlo (eso sí, viviendo aún con sus padres), que llega el fin de semana y carecen de responsabilidades, salen de fiesta, beben, ríen, disfrutan, van al gimnasio y a la moda, y las niñas (fashionetis que te rilas, ellas) los desean cada fin de semana en la puerta del Mae West. En el otro sendero ven a cuatro pardillos que se parten los cuernos sentados en un pupitre todo el año, con veranos jodidos sin vacaciones ni viajes, alumnos humillados por los profesores, chavales que no ganan ni un duro (es más, pagan por ello) con la sola esperanza de llegar a algo algún día en esta vida. Todo eso condimentado con un largo etcétera de inconvenientes para la acomodada clase social de la juventud española. Y bueno, como ya saben, casi todos optan por el camino fácil: un ciclo formativo y en dos añitos ganando pelas. Lógico, la verdad. Hasta me estoy planteando si he elegido la opción y el camino correcto. Pero luego, maldita sea, viene la jodida cruz de la moneda. Miles de jóvenes condenados a estar explotados en el trabajo de por vida y a ser, qué remedio, marionetas de los poderosos. Condenados a la incultura, porque nadie les enseñó el valor de un libro —también conozco a otros muchos, la minoría por desgracia, que, sin oportunidades de ningún tipo, han encontrado esa magnífica salida y a la vez entrada que es el maravilloso mundo de los libros—. Eso mismo, hace unas cuantas décadas era lógico y natural como la vida misma. No todo el mundo tenía las mismas oportunidades y a unos les tocaba una vida de una manera y a otros de otra. Pero la sociedad y el mundo evolucionan, incluso a veces a más velocidad de la que muchos alcanzamos a comprender; incluso tan rápido que otros muchos deciden ver cómo se aleja el tren antes que correr y subirse a él. Por eso veo ahora a tantos y tantos jóvenes asomándose a una vida aún por vivir y que ya se dedican a descartarse de buenas cartas y jugar a chica (jugador de chica, perdedor de mus dicen por aquí), y a mí me apena. Y me apena porque nuestros antepasados lucharon y pelearon por una sociedad justa e igualitaria, donde las oportunidades se repartieran a cada uno y no que se las repartieran entre unos cuantos. Ir a la universidad, viajar, conocer gente o culturizarse eran empresas de difícil factura antiguamente (inimaginables para algunos) y hoy día están ahí, al alcance de la mano; podemos acercarnos y consultarlas, analizar pros y contras y actuar en consecuencia.

Aviso con tiempo que evidentemente no hablo de todos esos jóvenes que por circunstancias —las que sean— no tienen otra salida que renunciar a todo eso y dedicarse a trabajar y sostener una familia. Hablo en general, de lo que veo a mi alrededor. Sé que no se debe generalizar, pero es la única manera de sacar conclusiones. Y es que miro a todos esos que deciden ignorar oportunidades desde el principio por rancias ideas de libertad, y de que todos somos iguales trabajemos en lo que trabajemos y estudiemos lo que estudiemos; y que si yo voy a vivir bien de esta manera qué más da todo lo demás; y que si no tengo ni veinte años pero ya he conocido a una chica que es la mujer de mi vida qué más da renunciar a todo por ella. Y a mí se me caen los huevos al suelo, con perdón, ante tales argumentos demoledores. Por supuesto que todos somos iguales trabajemos en lo que trabajemos, y que todos merecemos el mismo respeto y tenemos la misma dignidad, sólo faltaba. Pero lo que es indudable es que evolucionar, llegar lejos en la vida, culturizarte y todo eso que muchos consideran tonterías y cosas de ricos y poderosos, te otorga unas herramientas, unas llaves (otra vez esas malditas llaves), invisibles ellas, pero que son la única esperanza que nos queda. Porque es la esperanza de la revolución. Ya que la revolución social que todos conocemos no ha de ser contra los poderosos, ni contra los que mandan el país ni nada de eso. La revolución social debe ser contra nosotros mismos. Revolucionarnos de una vez y darnos cuenta de lo acomodada de nuestra posición. Despertar y ver que hay cosas más allá del horizonte: causas —justas o injustas— por las que luchar, gente buena a la que conocer y miles de historias que darán sentido a nuestra vida y nos abrirán la mente. Y es esa, a mi juicio, la única manera de saber por qué estamos aquí y hacia dónde hemos de dirigirnos. Y también es esa la única manera de no ser marioneta de nadie. Porque no sirve de nada una revolución hacia el comunismo libertario o por la tercera república o lo que sea cuando muchos ni saben lo que todo eso significa, y más aún cuando vivimos en una democracia parlamentaria que nos permite modificarla a nuestro antojo y que disfruta de todas las ventajas de cualquier república moderna. El fondo es lo que importa, y no las formas.

Y porque convivo a diario con niñitos de papá que te sonríen con su moreno de rayos uva y su sonrisa blanqueada al bajar de su Merecedes SLK, y te dicen “Hola, almeriense”, y recuerdas que la primera vez que hablaste con él y le dijiste de dónde eras, él te respondió que si eso era como Ceuta y Melilla y que si estaba en África. Y te saluda con esa rubia cogida del brazo y esa ropa de marca y tú recuerdas que si ese vive feliz así es porque otros se lo permiten. Porque otros renuncian a todas esas oportunidades que les permitirían ponerse por encima de cualquiera de ellos que, pobres incultos, tendrían que renegarse a ser marionetas de tantos otros más preparados y conscientes de por qué y para qué están aquí. Eso sí es llegar lejos y mover los hilos (que diría don Vito Corleone).

Así que a toda esa gente que sólo piensa en el Sábado por la noche en el Mae West, a toda esa gente del camino fácil: decirles que la historia de este país no se hizo gracias a ellos, sino gracias a gente humilde, honrada y trabajadora, lúcida e inteligente que supo llevar las riendas de este caballo desbocado que siempre hemos sido y seremos los españoles. Y porque me avergüenzo de mi propia estampa cuando te veo a ti con esa sucia pulsera con la bandera de España. Una bandera que vale mucho más que tú, que yo, y que la madre que nos parió a todos.

13 comentarios:

Paula dijo...

vivimos en un país donde los genios no acaban de estar bien vistos, donde triunfa la mediocridad.

Mientras no sanemos esa enfermedad, mientras no nos sintamos orgullosos de crecer y mejorar, seguiremos flotando en ese mar incierto de lo imposible

Un abrazo

José Ramón Suárez Ortiz dijo...

Yo con las banderas me limpio el culo.

Post Scriptum Y creo que tú también después de haber soltado este plastón... ¡Mare mía!

José Ramón Suárez Ortiz dijo...

Como te dije, aclaro. Aunque lo parezca no quería decir que te limpies el culo con ninguna bandera... Simplemente que después de soltar ese plastón de entrada, te lo tendrías que limpiar...

Post Scriptum Lo de las banderas, repito, accidente.

Eugenio Villar dijo...

No es tan peñazo. La verdad, mucha gente da pena, pero oye, son felices!!! no hay nada más que tener la felicidad, cada cual a su manera. Ponme fuera del alcance del bostezo universal. Desde luego, la cultura merece un mejor lugar, eso sí.
Un abrazo hermano

Anónimo dijo...

Debemos pelear porque las cosas sean reales,porque las palabras cobren pleno sentido..Debemos pelear si es necesario contra nosotros mismos..Tenemos que luchar,no importa cómo,morir si es necesario por un verso,por una flor que crece,plantando árboles,escribiendo libros..Debemos pelear si es necesario contra nosotros mismos..
No he podido evitar escribirte estas palabras de uno de mis autores favorítos..Raimundo Salas..poeta de otro tiempo,pero en el que veo plasmadas también muchas de tus reflexiones..
Espero no te importe que me haya colado en tu blog..
Un saludo;)

Álvaro B. Pérez dijo...

Bienvenido seas, amigo Rocahemu. Muy constructivo tu comentario. Espero tus visitas.

Sísifo, tiene un arte que no é normá ;)

Un Saludo

malatesta dijo...

Vive Dios que su pluma moja del tintero de Pérez-Reverte, capitán. No lo niegue, y no se avergüence dello. He notado su impronta en la amargura de su queja, en el contenido reivindicativo y, sobre todo, en una frase final definitiva y definitoria.
Sobre el contenido, qué decir que no hayas dicho. En fin, ellos se lo pierden.
Un abrazo.

Victoria dijo...

Es que es más cómodo hacer un módulo de dos años y ponerse a trabajar para empezar a ganar dinero cuanto antes que estudiar cinco años de carrera, cuatro o cinco más de residencia y opositar/saltar de un curro a otro llevando la maleta a cuestas de un país a otro.

Un chaval de poco más de veinte años no ve más allá de los quinientos euros que gana al mes (con suerte) porque eso es todo lo que necesita. Tiene cama, techo y mesa puesta, unos padres que mantienen sus primeras necesidades teniendo él que ocuparse simplemente de sus caprichitos. Que si tabaco, costo, alcohol, ropa de marca tal (si no es tan listo como para sacársela a los padres), moto o coche (si no lo tenía de antes), las salidas de fin de semana, etc.

Pero todo esto no debería cogernos de sorpresa en una sociedad donde se valora más la cara bonita que las ideas. Una sociedad en la que prima el aspecto físico, en la que si no estás cañón es que no eres visible, en la que no importa lo que sepas, lo que hayas leído o lo que hayas vivido, sino el coche que tengas, la casa que te puedas permitir y el sitio a donde ir de veraneo.

Muy triste.

Estudia mucho para poder mandar a la mierda a quien te dé la gana (Tamaruca's Mum dixit).

Victoria dijo...

* Cogernos POR sorpresa.

Álvaro B. Pérez dijo...

Malatesta cómo voy a negarlo... jaja. Cada uno bebe de las fuentes que considera más oportunas. Gracias por tu comment.

Miss Sinner, qué te voy a decir hija... estoy contigo.

Un Saludo

rocío dijo...

Muy buen discurso apañero ;) Y muy cierto...
¡Un besote!

Kiski dijo...

Hay un refrán que lo dice todo y nunca se equivoca.

El tiempo pone a cada uno en su sitio.

Un Saludo

P.D: Me gusta como escribes, pero si me permites te aconsejo que hagas más párrafos para hacer más liviana la lectura.

Álvaro B. Pérez dijo...

Gracias Kiski, lo tendré en cuenta.

Un Abrazo.