domingo, 8 de junio de 2008

José Tomás y el arte de torear

Hace muchos años, apoyado en la barandilla de la delantera de andanada del tendido ocho de la plaza de toros de Almería, mi padre me enseñaba cosas. Señalaba aquí y allá, dándole nombre a personas, oficios o utensilios hasta entonces desconocidos por mí. Me adoctrinaba sobre costumbres y normas que regían la fiesta: nombres de las diferentes suertes, querencias de cada animal, diferentes reminiscencias del pasado, el porqué de la chaquetilla bordada en oro de los del castoreño, la situación de los diferentes hombres en la suerte de banderillas o de varas... Todo eso que, ni que decir tiene, me encantaba.

Entendidos en el más estricto sentido de la palabra, no éramos. Pero disfrutábamos con los honrados trabajadores del capote y la muleta, que salían cada tarde a jugarse la vida en cada pase o en cada par de banderillas y odiábamos a los pseudo-figuras que daban por concluida la tarde —y por cobrada la asistencia— ligando un par de tandas en cada toro como mucho. Y adorábamos, también, a los toros nobles que embestían con pasión y furia, con la honradez de animal bravo.

Ahora, años más tarde, José Tomás ha cortado cuatro orejas en Las Ventas. Y dicen que ha reinventado el toreo. Pero las cosas no pueden reinventarse porque dice Joaquín Vidal que el toreo ya lo inventó Curro Romero el 4 de junio de 1981 en esa misma plaza, y qué pena que no haya vivido para contarnos y para ver cómo José Tomás ha venido ahora para actualizarlo a los tiempos que corren. Ha tomado con pleno derecho el cetro del toreo para devolverle a la fiesta el respeto que se merece. Porque antes el mero hecho de ponerse ante un astado era suficiente justificación. Ahora no. Los tiempos cambian, evolucionan, los pensamientos se modernizan y a la gente ya no le parece suficiente.

Pero José Tomás ha venido para poner en entredicho a todo aquél que no se juegue la vida a cada pase. Él torea en inestables y pantanosos terrenos de los que otros no quieren ni oír hablar y devuelve la igualdad de oportunidades a la res. Dicen que está loco pero yo no los creo. Él es la coherencia de saber a qué se debe llamar arte y a qué no. Porque ver torear a José Tomás es como ver a García Lorca fraguando o sintiendo uno de sus poemas. Se faja en la gracia de crear una obra de arte. Él será inmortal en la memoria de la tauromaquia porque ha escrito una nueva página del libro de la historia cuando otros tan sólo se atrevían a subrayarlo. Por eso pone a soles y a sombras dispuestos al abrazo y a salir de las plazas pegando pases con la mano por la avenida abajo. Y por eso es la esencia del toreo.


5 comentarios:

Anónimo dijo...

No entiendo el toreo, es más, me parece un ataque. Pero bueno, para gustos colores hermano. Entiendo que se considere arte, tradición cultural, no deja de ser representativo de nuestro país, pero entiendo a la vez que es una brutalidad. Ojalá no se hiciera daño a nadie y fuera una fiesta, entonces, completísima, y entonces sí que vería ese arte. Pero claro, quién pondrá a torear toros de madera...

un abrazo bro.

José Ramón Suárez Ortiz dijo...

Lo siento pero Lorca y José Tomás no casan; leo por ahí que al poeta ya lo casaron con Belmonte.

Post Scriptum Así que toca buscarse a otro... ;o)

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Eu, te respeto. No puedo decir otra cosa. Ojalá todos los antitaurinos fueran tan respetuosos como tú y todas las acciones del ser humano tan coherentes como ellos quieren que sean los toros.

illeR dijo...

Yo soy de Eu