Malos años y Quique González

Dice mi madre que los años impares son malos años. Y lo dice mientras barre el suelo de la cocina, silenciosa como sólo saben serlo las madres cuando sufren en silencio. Y yo no sé si eso es cierto pero llevo ansiando el fin de este maldito año desde la noche del 24 de Junio. Hagan memoria y calculen todo lo que ha pasado en sus vidas desde esa noche. Desde ese momento mi único aliento ha sido el de cualquier buen costalero: metro andao es metro ganao. Esa frase rondando mi cabeza estos largos meses. Para lo bueno y para lo malo. Para las malas noticias: metro andao es metro ganao, como único clavo ardiendo al que agarrarse; para las buenas noticias: metro andao es metro ganao, como reconocimiento feliz a la validez de aquella frase.

Podría ahora decir que la vida me lleva por caminos raros, pero para eso ya tenemos a Quique González, que además dice que para cada avería hay una redención y en eso sí estoy de acuerdo. Ya saben, me bastó un vistazo para ver la botella vacía, y fue tan sencillo y complejo como pedir otra más y seguir el preciso ciclo de la vida. Seguir caminando hasta que Dios sonría de medio lado y decida que es hora de vaciarle de nuevo la botella a este pobre pardillo. Seguir caminando y seguir aprendiendo, que uno debe saber cuándo dejar de leer flogs para evitar malentendidos. Y el mundo se va haciendo más pequeño cuando tú te levantas y de una vez por todas vas y le dices al camarero que, amigo mío, es año nuevo, y es hora de rellenar esa botella. Es hora de devolverle a tu vida el año que le han arrebatado.